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Capturar imágenes no es fotografiar
Me inclino por la idea de que las fotografías no se conversan, que son para mirar, preservar y volver a mirar.
Susan Sontag y Joan Fontcuberta, reflexiones sobre la fotografía.
Hace exactamente 40 años Susan Sontag publicaba su icónico libro: Sobre la fotografía (On Photography). A propósito de este aniversario, me gustaría reflexionar sobre la masificación actual de la fotografía, situación a la que la autora ya hacía referencia en 1977. Casi todas sus aseveraciones, adaptadas a las nuevas realidades, tienen una vigencia actual apreciable y se han incrementado con el paso del tiempo.
Mucho ha cambiado en estos años: las sociedades, los valores, las creencias y la tecnología. Ahora hablamos de post-modernidad, de post-verdad. El reconocido fotógrafo catalán, Joan Fontcuberta, postula la post-fotografía: torrentes de imágenes que invaden la vida diaria dándole más valor a la rapidez de su fluir que a la calidad de su contenido y de su estética.
La rapidez y el fluir de las imágenes no eran los mismos cuando apareció el libro de Sontag, pero en él ya se hacía mención a la «...compulsión a fotografiar...», a la adicción a un "consumismo estético" generado por la necesidad de confirmar la realidad y las experiencias a través de las fotografías.
Cuatro décadas atrás, los fabricantes de cámaras aseguraban que para tomar fotos no hacía falta ningún tipo de habilidades, que esos aparatos lo hacían todo por nosotros. Hoy los fabricantes de celulares nos garantizan los mismo; al incorporarles cámaras, no han hecho otra cosa que potenciar la captura y el flujo permanente de imágenes, esta vez, destinadas a las redes sociales.
La cámara y nosotros
Sontag nos hablaba del "flujo de imágenes indiscriminadas de la televisión" y que cada una anulaba a su predecesora, en oposición a las escenas fijas, a "ese delgado elemento" que podíamos atesorar y volver a mirar. Ahora, las que se anulan unas a otras son las fotos, capturadas por millones de usuarios envueltos en el frenesí de la marea digital, instantáneas de corta revisión que pasan a ser parte del magma visual contemporáneo. Según Fontcuberta, «...invertimos mucho más tiempo y energía en tomar fotos que en mirarlas».
Es verdad, nos gusta capturar recuerdos de la vida diaria y compartirlos, algo totalmente comprensible y divertido. Especialmente cuando hacemos turismo. Nuestros viajes no son creíbles si no les mostramos a nuestros familiares y amigos evidencias visibles de que consumimos y nos divertimos; se torna más importante registrar y mostrar que sentir y disfrutar el momento.
Antes la compulsión nos llevaba a interponer la cámara entre nosotros y aquello que se volvía recuerdo al apretar el obturador. El impulso actual es colocarnos entre la cámara y la escena que se desea preservar. Es una necesidad intoxicante y compulsiva, es autoretratarse en cualquier lugar y circunstancia, un deseo de inmortalizarse muchas veces en situaciones límite que comporta el riesgo paradojal de perder la vida. Son muchos los casos reportados alrededor del mundo de turistas y aventureros extremos muertos tras intentar la selfie más osada, más inédita y peligrosa.
Entonces, ese «rito social, defensa contra la ansiedad y herramienta de poder» —según Sontag; «no (querer) tanto mostrar el mundo como señalar nuestro estar en el mundo» —según Fontcuberta— a través de una permanente saturación de imágenes, ¿es realmente una práctica de la fotografía? ¿Captar imágenes o recuerdos incesantemente -memografiar, si se me permite el neologismo- es lo mismo que fotografiar?
Fotografiar es dibujar con luz. Fotografía proviene de griego: (raíz φωτ-, phōs, «luz» y raíz γράφ, graf, «rayar, dibujar, escribir»)-
Memografía

Curva trigo
Wheat curve
La memoria, del latín memoria.
Es la facultad psíquica por la cual se recuerda y se retiene el pasado. También definida como: imagen o conjunto de imágenes de hechos o situaciones pasados que quedan en la mente.
Hans Belting, profesor alemán de Historia del Arte y teoría de los medios, en su libro Antropología de la Imagen, sostiene: «...la duplicidad del significado de las imágenes internas y externas...». Sobre las primeras dice que "ocupan nuestro propio cuerpo" y acerca de las segundas afirma que la: «relación viva con la imagen se extiende de igual forma a la producción de imágenes que desarrollamos en el espacio social».
Es decir, una cosa es lo que perciben nuestros ojos y nuestro cerebro e internalizamos en la mente, y otra muy distinta son las imágenes que creamos y plasmamos por diferentes medios físicos con un fin determinado: informar, crear arte o cualquier otra expresión humana que pueda transmitirse visualmente.
Lo que vemos nos impacta emocionalmente de múltiples formas, creamos una imagen mental y la guardamos como un recuerdo. Instintivamente aparece el impulso de tenerla también en película o digitalmente. Apuntamos el objetivo, obturamos y captamos una instantánea (memografía). Antes de sumergirla en la corriente de las redes y de entrar en la excitación de una nueva toma, la miramos un instante y muchas veces sentimos que no refleja exactamente lo que vivimos. Tampoco logramos que los destinatarios de nuestro envío tengan sensaciones similares a las que tuvimos nosotros al tomarla.
Aparece una contradicción entre lo que experimentamos y lo que quedó grabado tras meramente mirar una pantalla y apretar un botón. Situación que se agrava con el empleo de celulares, artefactos rectangulares y chatos, muy útiles para otras funciones, pero cuya manipulación como cámara resulta poco práctica e incómoda.
Capturar imágenes simples para el recuerdo no es crear fotografías en el total sentido del término, no es dibujar con luz.
Captura de imagen
Fotografía "LENTA"
Conclusiones: fotografía y otras disciplinas artísticas.
Comparemos con lo que sucede en otras disciplinas. Tomemos la escritura y la música, por ejemplo. Todas las personas alfabetizadas pueden escribir y casi todos manejamos procesadores de texto. ¿Nos convierte eso automáticamente en escritores?
Cualquiera puede tomar un instrumento musical y ensayar algunos acordes, ¿nos convierte eso automáticamente en músicos?
La respuesta a ambos interrogantes es no. Así como escribir textos de cualquier tipo en un computador no es equivalente a hacer literatura, y efectuar sonidos agradables con un instrumento musical no es equivalente a hacer música, capturar imágenes o registrar recuerdos con un algún tipo de cámara no es igual a hacer fotografía.
La fotografía, la música y la escritura son leguajes y, como tales, cada uno tiene sus reglas. Para escribir correctamente necesitamos aprender gramática, ortografía, puntuación, sintaxis y algunas otras. Para ser músicos debemos manejar notas, melodías, ritmos, acordes, escalas, etc. En fotografía hablamos de encuadre, composición, equilibrio, iluminación, contraste, ritmo, color, movimiento y más.
Podríamos decir que fotografiar es el arte de mostrar, comunicar historias, ideas, testimonios y puntos de vista utilizando algún tipo de cámara fotográfica -o material fotosensible- y lenguaje visual. Con estas herramientas, los fotógrafos, como los escritores y los músicos con las suyas, imponemos nuestra subjetividad a cada pieza creada. Nos expresamos conscientemente con determinada intención, dibujamos lumínicamente nuestro mensaje.
Para la ensayista norteamericana, las imágenes simples tenían al menos una chance: «El tiempo termina por elevar casi todas las fotografías, aun las más inexpertas, a la altura del arte».
Cuarenta años después, Fontcuberta nos anuncia: "Si la fotografía nos hablaba del pasado, la post-fotografía nos habla del presente (...) Las fotos pasan a actuar como mensajes que nos enviamos unos a otros".
Concluyo reafirmando que, para mí, existe una clara dicotomía entre la compulsión a capturar y verter imágenes al flujo universal y comunitario de las conversaciones por redes versus el arte de utilizar intencionadamente una cámara para grabar con luz ideas propias e individuales.
Me inclino por la idea de que las fotografías no se conversan, que son para mirar, preservar y volver a mirar.
Prefiero fotografiar.
Buenos Aires, agosto de 2017
Carlos Goldin
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